Blanca Lydia Trejo

y sus valiosas aportaciones a la literatura infantil mexicana

Por Clara del Carmen Guillén

La primera obligación del autor de un cuento para niños

es aniñar un poco su alma …

Emilio Abreu Gómez

 Al proponerme escribir para los niños con tanta ilusión

 como amor, me ha guiado sólo un deseo: buscar el corazón de México.

Blanca Lydia Trejo

Retrato de Blanca Lydia Trejo: pintado por Clara del Carmen Guillén.

Cuando lees esta cita, que permaneció oculta por tantos años: «me he puesto a sembrar semillas de luz”, inmediatamente puedes imaginar el halo prodigioso que ilumina el entorno de quien escribió algo tan bello y significativo. Así fue, como un brote luminoso, el encuentro con Blanca Lydia Trejo (Comitán, Chiapas, 1906- Cd de México, 1970). Cuando el escritor colombiano Mario Rey, en abril de 2009, me dio su fabulosa antología Historia y muestra de la literatura infantil mexicana (1), descubrí su nombre. Atrajo mi atención la descripción que hace Rey:

En la prolífica Blanca Lydia Trejo … se funden la escritora infantil, la apasionada folklorista, la editora y promotora de la literatura para niños y la estudiosa del fenómeno. Su trabajo narrativo se apoya fundamentalmente en los relatos populares y las leyendas indígenas. En su extensa obra encontramos cuentos-fábula, leyendas, relatos con influencia popular y cuentos modernos. Además, ejerció la crítica literaria y elaboró una primera historia de la literatura infantil mexicana, de especial valor por sentar las bases para estudios posteriores y, especialmente, por su gran interés en un tema tan poco reconocido en su época…(2)

  Al ir develando poco a poco su trayectoria, admiré su capacidad para romper los paradigmas misóginos de su tiempo, su coraje para enfrentar las dificultades para trasladarse de un lugar a otro y lograr sus metas. Porque, en esa época, el mayor impedimento, aparte de la falta de medios de transporte y  buenos caminos, era ser mujer. Sin embargo, estudió bachillerato en la Casa Central de Guatemala y Bibliotecología en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); viajó a España en 1937, a los treinta y un años, notoriamente interesada en cumplir una misión política y social. Fue un logro suyo, producto de su tenacidad y compromiso, que el Presidente Lázaro Cárdenas la comisionara como funcionaria en el Consulado de México en Barcelona “… con la finalidad de difundir la función de la mujer y la Revolución”.  A partir de esta experiencia escribió su libro de crónicas (3), publicado en 1940, del que proviene la primera cita textual. Obra difícil de conseguir, está catalogada en la especie de “ libros raros” por los vendedores cibernéticos, como, por otra parte, la mayoría de sus textos, reunidos bajo muchos títulos, de los cuales me ocuparé posteriormente.

En 2019 fui invitada por la escritora Tanya Cossío, junto con Gilda Rincón,  a la Feria del libro de Guadalajara para hablar de la literatura infantil chiapaneca. Desde entonces, he intentado seguir la pista de la producción de Trejo y logré conseguir solo cuatro de los tantos títulos de su autoría: Lo que vi en España, episodios de la guerra, en versión digital; Un país en el fango (1942); El padrastro (1947,novelas); y Lecturas de juventud, editado por los Talleres de la Escuela de Artes de Toluca (1941), que reúne sus creaciones para la niñez, en el que aparecen comentarios de José Vasconcelos y otros escritores relacionados con su obra. Sobre este último ejemplar voy a referirme, no para propiciar un análisis literario, sino por lo que su contenido puede aportarnos para traer a su autora hasta nosotros: diecisiete textos entre cuentos cortos y relatos recreados de leyendas que la convierten en la fundadora del cuento folklórico infantil en México, según los editores. Varios de estos cuentos han sido publicados por separado en diferentes antologías, como «La marimba» que, con coloridas ilustraciones, pasó a formar parte de El libro de oro de los niños (4).

Por la originalidad  de sus títulos, por su contexto regional,  estos relatos pueden utilizarse para muy diversas actividades en talleres literarios, atrapando el interés de niños y niñas. Subrayo: «El ratón Panchito Roe Libros», «La pícara sabelotodo», «El Congreso de los pollitos», «Lo que sucedió a un nopal», «La marimba», «Maravillas de un colmenar»; algunos de ellos premiados por la Secretaría de Educación y casi todos con una fuerte carga didáctica, como la propia autora expresa en Pórtico, que es la puerta que abre para presentarnos su obra para las infancias: “Cuentos o leyendas (de alguna manera los habremos de llamar), nacidos de mi corazón, faltos de atavíos y de riqueza de palabras, unos para exaltar los valores auténticos de México eterno, sus gestas, su folklore, otros para estimular principios educativos como la higiene, … o bien por el trabajo … siempre con su legítimo sentido de superación.”

Lecturas de juventud (5) fue el primero que pude localizar. Lo recibí con emoción, pues de esta manera sentía que rescataba del desconocimiento, más que del olvido (porque  espero que las raíces de Blanca Lydia Trejo sigan extendiéndose a sus descendientes), a esta escritora chiapaneca cuyo rostro, antes desconocido, surgió de una tesis de licenciatura  en la UNAM. Basándome en esa imagen, la he retratado con mucho interés para que podamos verla y,  al leer su obra, conocerla mejor, pues nos ofrece sus palabras guiadas por el compromiso y el amor a las letras, propiciándonos la entrada en su mundo, ése que creó a expensas de exponer sus puntos de vista ante los dogmas antifeministas y políticos de su época, en tiempos faltos de redes sociales pero en los que los libros eran parte de lo cotidiano. Entonces, rodeadas por los nietos, las abuelas contaban las aventuras nacidas de su creatividad y de su amor; ella fue una gran promotora de lectura y fundó bibliotecas públicas, según se dice en lo poco que se sabe sobre su biografía. Podemos imaginarla, haciendo que las voces de los ratoncitos, de la mamá coneja, de la pícara sabelotodo, de un nopal, salieran con facilidad. ¡Claro!, siendo bibliotecaria, resulta comprensible que pudiera hacer una lectura vicaria para atrapar la atención de sus pequeñas hijas y de los usuarios de las bibliotecas, estando en México, pero también de los niños españoles, durante su estancia en Barcelona. Imaginémosla leyendo este fragmento de «Lo que sucedió a un nopal» (invitemos a los niños a escucharla, comprendidos los niños que conservamos dentro):

En cierto lugar de nuestro país, vivía, hace tiempo, un nopal que se pasaba los días lamentando su triste suerte porque se imaginaba que la naturaleza lo había formado en un rato de mal humor. Lleno de amargura decía: -Mi aspecto es demasiado feo: ni siquiera puedo despojarme de estas espinas que hacen que todos huyan de mí. Se desesperaba cuando los pajarillos ni siquiera se dignaban mirarlo y rabiaba de lo lindo al saber que su figura sólo provocaba la risa de las alondras. Se sentía tan pequeño, que cuando por casualidad pasaba rozándolo una mariposa con sus alas pintadas, casi era feliz. Una noche que se entretenía en ver la luna, divisó a lo lejos a un hombre que parecía un pigmeo… eh hombrecillo, no te acerques tanto que me abraso y sólo eso falta para completar mi desgracia ¿quién eres y a dónde vas? – El enanillo, malhumorado y con voz ronca, contestó: – No me detengas, que me queda muy poco tiempo para llegar a mi destino y ya oigo el primer canto del gallo…

Aquí está Blanca Lydia Trejo, rescatada desde sus palabras, unida a nuestro tiempo por la fuente inagotable del amor a los niños y sus múltiples facetas. No disminuye su valor el haber escrito para las infancias, sino que la hace crecer por sus aportaciones que, poco a poco, podremos tener a la mano. Seguramente, Comitán asumirá con orgullo el rol de la ciudad que la vio nacer y reconocerá su trabajo, que, viniendo de tiempos tan difíciles, fue de enorme trascendencia. ¿Cuántos niños comitecos pudieron conocerla? quizás muy pocos, pero nunca es tarde para saber más respecto de ella. Afortunadamente, las redes sociales y el interés de ciertos comitecos por seguir indagando, como la abogada Leticia Bonifaz, han hecho que ahora ya tengamos, además de su retrato, el nombre de sus padres, de su esposo y de una hija. Quedan algunos datos pendientes que poco a poco recuperaremos, para que puedan abrevar las diferentes voces de quien, por propio mérito, sigilosamente, se ha ido insertando en nuestras vidas, desde las páginas de sus libros, desde su vocación que abrió puertas a la imaginación y desde la fuerza de su compromiso, manifestado en reflexiones como la siguiente: “He tomado como recurso pequeños trozos de historia, los que en una época lejana se me quedaron grabados. Ello alienta el espíritu de una raza bravía, antigua como el Sol. Voz elocuente del pasado que aún está presente invitándonos a forjar la única e indisoluble nacionalidad, la que pone en el alma de los niños los gérmenes luminosos de patriotismo, la fe y el trabajo para hacer de ellos, más tarde, ciudadanos honrados y útiles al país.»

Referencias

(1) Rey, Mario. Historia y muestra de la literatura infantil mexicana. sm ediciones, en coedición con el CONACULTA, 2000.

(2) Trejo, Blanca Lydia. La literatura infantil en México desde los aztecas hasta nuestros días,      publicada en 1950, obra casi imposible de conseguir.

(3) Trejo, Blanca Lydia. Lo que vi en España, sucesos de la Guerra. Editorial Polis, 1940.

(4) El libro de oro de los niños , tomo 5 págs 101-112. Editorial Polis, 1951.

(5) Trejo, Blanca Lydia. Lecturas de juventud. Talleres de la escuela de Artes de Toluca, México, 1941.

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Un comentario Añadir valoración

  1. Violeta de María Pinto Burguete dice:

    Magnifico ensayo sobre la casi desconocida escritora Blanca Lydia Trejo..poco a poco seguirán encontrándose datos y obras que signifiquen reconocimiento justo de su vida y obra. Reconozco tu labor tan persistente por dar a conocerla. Mi afecto y admiración por ello.

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